lundi 20 février 2012

EL CONDE DE RAOUSSET-BOULBON Y LA EXPEDICIÓN DE SONORA, CAPÍTULO I

EL CONDE DE RAOUSSET-BOULBON
Y LA EXPEDICIÓN DE SONORA
POR ANDRÉ DE LACHAPELLE
(Traducción y notas de Carlos Mal).

Correspondencia, recuerdos y obras inéditas, publicadas por André de Lachapelle, exredactor en jefe del Messager de San Francisco, etc., etc.

París, E. Dentu, librero-editor. Palais Royal, 13, Galerie D'Orléans. 1859. Todos los derechos reservados.

Impreso en Bonaventure et Successois, Quai des Augustins, 55, París.

I


Algunas noticias más o menos exactas han sido publicadas en el tiempo en el cual el señor De Raousset-Boulbon se hizo célebre por sus expediciones en el norte de México.

Todo no se ha dicho: el autor de este nuevo libro debe la la publicación a aquellos cuyo corazón verdaderamente francés jamás permanece insensible a lo que interesa a la patria, a aquellos cuyo juicio sabe pesar fríamente las cosas; la debe, en fin, a aquel quien, la víspera de ser ejecutado, le ha confiado especialmente el cuidado de su memoria en una conmovedora carta que ya ha sido publicada desde entonces.

Este asunto siempre ha parecido digno de la atención pública. Muchos aún recuerdan el momento en que Francia, ocupada con la guerra de oriente, volteó de repente la vista al horizonte americano, y prestó atención al súbito eco de un nombre que había ignorado. Era el nombre de uno de esos hombres excepcionales, de gran carácter, que no brillan sino un instante en los ojos de la historia, a los que una suerte fatal les quita de súbito el manto con el que quieren burlar una porción del destino humano.

Si en su marcha aventurada, diseñada precipitadamente, el conde de Raousset-Boulbon hubiera tenido a la suerte como amiga, si él hubiera sido secundado de una manera eficaz, él habría audazmente roto las puertas de un imperio agusanado que se hunde cada día más en un abismo de desorden; le faltó el más mínimo apoyo y no es su culpa que no haya podido preparar la regeneración de uno de los países más bellos de la tierra.

Después de haber vivido en la intimidad del conde de Raousset-Boulbon hasta el punto de conocer sus proyectos más secretos; después de haberlo ayudado sin descanso en la organización de sus actividades; después de haberlo visto derramar en California tal vez las únicas lágrimas que cayeron de sus ojos en toda su vida, como él mismo me dijo, me encuentro en posesión de documentos inéditos y auténticos, creo poder presentar al público una historia dotada de algún interés.

Esta gloria de un día y tan lejana se ha encontrado, como todas las de este mundo, con críticas más o menos benevolentes; además, es normal que haya un trago amargo antes del calvario. Que vayan y vengan los reproches de algunos que no perdonan los primeros años de la juventud sin experiencia, en los que el conde disipó una fortuna de la cual se hizo poseedor demasiado temprano.

Su naturaleza no podía ser parsimoniosa, porque veía todo en grande, y es por eso que para muchos, de natura diminuta, es difícil comprenderlo. Era hermoso verlo y escucharlo, en ruinas, tirado en las orillas del Pacífico; no parecía un montón de escudos, sino la completud de cosas grandes y nobles; se golpeaba la frente, pensando en los tiempos caballerescos de la Edad Media, y decía amargamente: "Nací demasiado pronto o demasiado tarde!" Él hablaba con el entusiasmo de Villehardouin, quien se arrodilló llorando en las escaleras de San Marcos, Venecia, y pidió a la ciudad de los dogos algunos barcos para reconquistar Palestina.

No era menos elocuente al recordar la memoria de aquellos señores cruzados que, después de la victoria, se repartían el Oriente conquistado jugándose a los dados en el altar de Santa Sofía las provincias de Antioquía, Siria el reino de Judea, y muchos otros principados. Se puede imaginar cómo sería doloroso para su natura bajar de estas alturas y luchar en las filas de una chusma mercantil, positivista y egoísta que revoloteaba como un mar impuro a los pies del ídolo de oro de California.

En cuanto a las críticas de filibusterismo, no nombro el asunto ni siquiera en honor de una réplica, y se ha susurrado por labios injustos o ignorantes. El examen a conciencia de los hechos muestra que el señor De Raousset-Boulbon estaba en su derecho a la hora en que tomó las armas, y que él había sido constantemente el juguete de la perfidia mexicana, sin hablar de otras perfidias extranjeras más inesperadas, que en conjunto constituyen lo que podríamos llamar el deus ex machina de estos eventos distantes. “El aventurero que tiene éxito es un héroe; el héroe que falla o que sucumbe no es más que un simple aventurero», escribió por ahí un escritor de mérito, acerca del señor De Raousset. ¿Qué sería, en efecto, del ilustre Hernán Cortés a los ojos de la historia si, en 1519, hubiera fallado en Tabasco y en la capital de los aztecas?...

Desviemos un poco la cortina que nos oculta una escena al fondo de la cual se ve, modesta y silenciosa, una tumba en la playa de Guaymas; contemos los hechos con imparcialidad, y dejemos que el público decida lo que dirá en última instancia. Si, más de una vez, yo mismo tomo personalmente la palabra en este relato, que los lectores me lo perdonen; la narración lo exige. No soy sino un historiador fiel, un amigo sentado junto a la tumba sobre la que cuelga una sombra que cada día crece más; los que encuentran esta publicación un poco tardía, podrán culpar circunstancias independientes a mi voluntad.

Me ocuparé poco de los primeros años del señor De Raousset en Europa; espero poder llevar al lector a las orillas del Pacífico y a los desiertos de esta rica Sonora; pero se debe entender, sin embargo, que fue necesario consagrar también algunas páginas a los principales incidentes de su vida en Europa.





2 commentaires:

  1. Hola Carlos, te felicito por ocuparte de la traducción de este texto. Nos ayudará a entender mejor una parte de nuestra historia. Asimismo, a contrastarlo con otras obras correlativas.Un saludo cordial desde Loreto, B.C.S. México

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    1. Muchas gracias, Sergio, un saludo a ti desde París, Francia.

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